La lista de síntomas notificados como reacciones adversas a las vacunas COVID-19 es muy larga. Pueden aparecer momentos después de la vacunación o al cabo de un tiempo (incluso meses). Aunque las personas afectadas por la vacuna parecen compartir un conjunto común de síntomas, la combinación de los mismos tiende a ser única de un paciente a otro, por lo que resulta especialmente complicado encontrar un patrón de sintomatología que lleve a un diagnóstico de forma directa.
Los síntomas principales que se han recopilado son:
- Acúfenos (tínnitus)
- Afectaciones cutáneas
- Alopecia
- Alteración de sensibilidad de extremidades
- Alteraciones intestinales
- Alteración del ciclo menstrual
- Alteración del peso corporal
- Alteraciones visuales
- Ansiedad
- Artralgias
- Calambres
- Cefaleas
- Debilidad muscular
- Dificultades para caminar
- Diplopía (visión doble)
- Disgeusia (alteración del gusto)
- Distermia
- Dolor inguinal
- Dolor muscular
- Dolor neuropático
- Espasmos musculares
- Fatiga /ahogo
- Inflamación de la médula
- Inflamación del cerebro
- Inflamación de los ganglios
- Inflamación del nervio óptico
- Insomnio
- Manos /pies /dedos hinchados
- Mareos
- Naúseas /vómitos
- Neuritis óptica
- Niebla mental
- Palpitaciones
- Parálisis facial
- Parestesias
- Pérdida de fuerza
- Pérdida de masa muscular
- Pérdida de visión (uno o dos ojos)
- Rigidez corporal
- Sensación de picor /quemazón (prurito)
- Taquicardias
- Temblores
- Vejiga hiperactiva
- Vértigo Rotatorio
Según estudios recientes, el 6,4% de las mujeres y el 2,7% de los hombres desarrollarán una enfermedad autoinmune a lo largo de su vida. Esta misma proporción se mujeres /hombres se mantiene en nuestra asociación, lo que refuerza la visión de que somos un colectivo afectado por una enfermedad autoinmune desencadenada por un factor externo (en este caso una vacuna).
Algunas enfermedades autoinmunes son más comunes en ciertos grupos étnicos. Por ejemplo, el lupus afecta a más personas afroamericanas e hispanas que a caucásicas. Ciertas enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple y el lupus, son hereditarias. No todos los miembros de la familia tendrán la misma enfermedad necesariamente, pero heredarán la predisposición a desarrollarla.
Nuestro cuerpo podría haber tenido una «predisposición» a desarrollar una enfermedad autoinmune, pero la vacuna ha podido desencadenarla de forma incontrolable. De ahí que no podamos relacionar de forma directa que una vacuna de un laboratorio genera una enfermedad concreta; la vacuna, siendo la misma, puede generar respuestas correctas en el 99,999% de los casos, y el 0,001% (1 de cada 100.000) generar una respuesta anómala, casi siempre distinta.